Pa' Recordar

@DJWALLASSCE

DON Ruben Gonzalez

 Un prodigio de boleros, danzones y guarachas cubano.

 silencio, que están durmiendo /los nardos y las azucenas. /No quiero que sepan mis penas, /porque si me ven llorando morirán no quiero que sepan mis penas, /porque si me ven llorando morirán.../pooorque-si-me ven-llorando-morirán.

 Agolpe de versos de bolero, un señor que lustraba botas con betún en las calles de La Habana hace unos meses sigue siendo bolero: esta noche esta—dirían los beisboleros—en el montículo de las responsabilidades, sentado en los cuernos de la luna, en la cima que se encima con graciosa jiribilla en la cantinela que arma ahora,  al frente de un ejército moreno, cuyas armas toman forma de maquinas de hacer música, a fuerza y en un día de riquísimos boleros y una que otra cantine­la son sacada con frase cillas de.Tenores, tales como este: a-la-que-me-lo-pida-se-lo-doy/a-la-que-me-lo-pida-se-lo-doy, y suena el redoble del timbal y re-fulge más el saco solferino de Ibrahim Ferrer, que así se llama  el señor que esta, a sus tiernísimos 72 años, en la cumbre de la vida, tan solo hace unos meses un desemplea domas de la aldea global, mientras los des empleadores es decir, los ricos progre que atiborran esta noche el Salón 21 y que vienen tan solo porque ahora es ta de moda, manís, Ío cubano—Ío en salsan, aunque llamen ignorantes como son salsa a Io que toca este ejercito cuba­no a cuyo vértice rezumba y suena el chicotazo de uno de los bajos mas altos del mundo, el que activa con pulso, jicamo y tumbao el mismísimo Orlando Lopez, mejor conocido en el mundo de habla hispana como Cachaito, sobrino de otra Gloria de la música Cubana que estuvo entre nosotros, haciendo historia con su musica: Israel Lopez, mejor conocido en el mun­ do de habla hispana y también del habla gringa como Cachao, pero esa es otra historia. Por Io pronto, es la media noche de un viernes. En la zona fabril de Polanco se han congregado, en numero aproximado de 2mil500, parroquianos de origen vario pinto, pero de acusada mayoría pequeño burguesa. En el Salón 21, que así se lla­ma el nuevo templo de la carne hecha de música y baile, que ha habilitado el maestrísimo Mi­guel Nieto, con su compadre Willie Colon, se presentan du­rante tres noches los morenos que han puesto el mundo de cabeza, que es como debería estar siempre, y que ahora se dan el lujo de ser las estrellas del Festi­val de Berlín, pues son los protagonistas del nuevo filme de Wim Wenders, que vender dis­cos maravillosos por montones da trilogía del Buena Vista So­cial Club )que regresara Mexiquito, donde a principios de septiembre dejaron impronta con tres  conciertos insuperables y que ahora  ejecutan—mismas piezas, mismos músicos en un templete volado sobre una bola de adinerados que ni cuenta se dieron, en su mayoría, que la noche del viernes inicia una epifanía que durara la noche del sábado y la del domingo. Una noche de música exquisita, la música cubana. Quien en realidad comanda este ejercito moreno es un señor a quien también ya daban por muerto artísticamente ha-ce unos meses, pero que ahora es autor de uno de los discos más hermosos que se han hecho últimamente: Presentando a Rubén González (Cora-Son), y cuyo trono es un aparato de madera al que hace latir al sonoro rugir del danzón. Don Rubén González que así se llama nuestro héroe e—esta sentado, y su gesto es similar al que nos cuenta Homero que tenia don Zeus cuando lanzaba centellas sobre las crismas de los mortales y causaba en estas maravillas. Así don Rubén acti­ve la cabellera lapislázuli de su gentil teclado, y quienes escuchamos mortales de mortal mortandad—quedamos encantados, presas de una súbita emoción, una fuerza cordial que nos compele, exulta, embelesa y embellece, pues Ío Que cantan las sirenas en que han de venido todas y cada una de las teclas no es otra cosa que un himno órfico en honor de los placeres de la vida. Con una muy heraditiana Melodia del rio, bolero de la autoria de nuestro idolo, inicia el vuelo límpido del piano de Ruben Gonzalez, seguido siempre muy de cerca porla al fombramagica, el tapete per-sa, el fino tisu del contrabajo magistral de Cachaito. Con el segundo tema, Siboney, el oído chabacano, fácil donde la concurrencia adinerada se siente complacida, pero inmediatamente rebasada pues los morenos traen ímpetus sinceros de danzón y dan sazón a los requiebros, giros y armonías con inflexiones, fraseos, engarzamientos, acoples, sonido de conjunto que ya quisieran muchas orquestas sinfónicas del mundo .Pobrecitos los villa melones que acudieron al Salon21, compelidos solamente por el esnobismo, por que no entendieron nada de Ío que ocurrió: entre otras cosas, un prodigio de boleros, danzones, guaracha, un vientecillo se mejan te al de la Sonata de Venteril, una música que suena como la magdalena si es que necesitara sonar al momen­to de mojarse en leche. Carnalidad, hasta don de nos vas a Llevar. La exquisitez magnánima de los boleros cantados a dúo entre Jesús Aguaje Ramos e Ibrahim Ferrer, los solos del trombón de concierto del primero, los aleteos de Ángel Terry, un ángel con maracas y la velocidad de colibrí, es decir imperceptible, de las manos de Amadito Valdés, Maestro Timbalero, Heracles del Son Montuno. Da en el blanco el moreno Ernesto Márquez Cuando compara a Amadito Valdés con Dios, es decir, con Eric Clapton, pues el virtuosismo del esbelto cubanísimo es adelante. He aquí, entonces, a Amadito El mano lenta Valdés marcar tres compases, tres tan solo, que resultan suficientes para convertir el mundo en paraíso, como si hubiera colocado mega tones bajo la pista de baile y todos volamos hechos pedacitos, deliciosos pedacitos que sentimos palpitar mientras se juntan corazones con cerebro, con senos, con cinturas, con manos, con asentaderas, con placer, con entendederas. Así se juntan los cachitos en que nos convertimos, infinitesimales, cuando nos traspasa la epidermis la música grandiosa de estos héroes antillanos. Sonó así en el Salon21, una música del siglo XXI, que es la música clásica de Cuba, £

Extraído de la Revista de información afroamericana, junio de 1999. PARECORDAR 


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